sábado, 18 de septiembre de 2010

ESTRUCTURALISMO

Nos vamos conociendo. Irás aprendiendo mi mirada, yo la tuya, tu cara de enojada, lo que te molesta, lo que me molesta, al punto que no tendremos que hablarnos, sólo bastará con que veas que mis cejas se levantan para darte cuenta que estaré molesto, o contento o con ganas de hacértelo mil veces al día, y tú con una mueca dirás sí o no. Iremos a comer muchas veces, nos daremos en promedio 3 mil besos al año, los cumpleaños, las sorpresas, tu futuro junto al mío o sin el mío, o con el de los dos. Sabrás que digo cosas cuando duermo, no les hagas caso. Conoceremos todo de todos, de tus amigos, tu familia, la mía. Pensaremos en viajar, vivir juntos. Iremos a tomar café, fiestas, leeremos juntos, fumaremos. Iremos aprendiendo nuestras miradas. Nos quedaremos dormidos sin querer. Te voy a querer y tú a mi, hasta llegar al punto de preocuparme más por lo que te pasa a ti que a mi o viceversa. Yo no seré lo que esperabas. Tú no serás lo que esperaba. Nos despediremos entre esas lágrimas punzocortantes otra vez y luego de 6 ó 7 meses volveremos a intentar aprender a otros. (Y así, sucesivamente).

domingo, 7 de marzo de 2010

SANTO

...solamentehayalgoqueyomequedaría,eslaimagendeunsanto,quemecuida,nocheydía...

jueves, 10 de diciembre de 2009

Lúdica macábrica, lánguida prosaica, palindrómica laxante, métrica sórdida yuxtadistante de sucintos lupanares y absortos vaticinios.
Tétrica añorante, zarca, equiparable o conspicua, emblemática sanguinoliente precipitación menstrual.
Aletargo el momento, repentina metonimia hasta tu gozne, no existe amparo, ni consuelo, ni disipar en tus vocablos. Bermejo cabello sigues lacerando igual. Ya pronto caótico motivo vivo, ya pronto, mientras este opúsculo personaje pueda pensar en los términos más copiosos para decirlo e intentar otra vez…

martes, 1 de diciembre de 2009

ISLAFACEBOOK

...


Cómo detener un a avión apunto de despegar. Luego de viajar en lancha, combi, autobus y taxi, llegamos tarde y el vuelo se fué. En la memoria: San Cristobal, tierra de nadie y hostal de la muerte; Palenque, paraíso prohibido para el que no se atreve; Las cascadas de Agua Azul, infinita y perpetua mezcla de azul y verde jade; El Cañón del Sumidero, la muestra de que siemprehaymás; Boca del Cielo, que no necesita mayor descripción... Chiapas, eterno territorio para el que quiera ir.



Pero ni la memoria ni nada, impide que un vuelo cerrado se abra. Tuxtla Gutierrez. Un aeropuerto diminuto y una espantosa espera, como casi siempre lo son. Un dìa entero, ilusionados por momentos, hasta que, llegada la noche, una amable señorita da la sentencia: "tienen que ser mañana, nadie canceló".


La parte de atrás de una camioneta por 30 minutos. Un hotelucho, un tinto, cosas que compramos en un súper, y el sentimiento de que al otro día, a las 6 de la mañana, tendríamos que tomar un vuelo que nos alejarìa, "hasta Dios sabe cuando", de Chiapas, recipiente repleto de historias.






domingo, 22 de noviembre de 2009

Elena,

Todos escriben de balas y yo estoy en enamorado. Si no comienzo a sentir odio me voy a morir de hambre.

viernes, 13 de noviembre de 2009

ALA PEQUEÑA

La vi escuchando a Hendrix sentada en un sillón lleno de pelos de perro con una caguama a sus pies, los ojos cerrados, y su tono blanco enrojecido por la mezcla del frío, el trago y la hierba. Olía justo como huele ahora. A diciembre. Un altavoz desde la calle alertaba que los tamales ya estaban calientitos. Nosotros dos solos en un rústico mezanine en Tláhuac, a las seis de la tarde, con tres años menos, queriendo que nadie regresara para podernos besar con la delicia extra que aporta el reloj en lentitud.
Se sentó encima de mí. No podía creerlo. Nunca pude creerlo. Ni cuando me tomaba de la mano, ni cuando me besaba por sorpresa, ni cuando aceptó que durmiera en su cama, ni cuando me llamaba, ni cuando me escribía de pronto.
Puedo exagerar, por la fragilidad de la memoria, pero creo que llevaba puesto la playera blanca con un extraño impreso en tono naranja con la que me parecía más bonita.
La tocaba entera y ella me tocaba a mí. Nos besábamos con la ganas contenidas del que sólo se habla por teléfono durante meses y al encontrarse tiene 48 horas para decirse y hacerse todo. Olía exactamente como huele ahora. A frío. Recuerdo más la impresión que la sensación. Abría los ojos espiándola como si yo estuviera oculto.
Un estruendo color ámbar nos detuvo. Le pegamos a la caguama con los pies. Fragmentos del embase se multiplicaron, señal de que todo tenía que parar.
No era extraño, en eso que teníamos, que algo insólito ocurriera. Largas filas de “caguamas por estallar” todo el tiempo nos detuvieron.
***
Ahora siempre les busco un lugar. La mesita de centro, el buró, la parte baja del sillón -pero del lado del descansa brazos-, o de plano la llevo apresurado a la cocina y me olvido del trago mientras beso.

martes, 20 de octubre de 2009

POR LAS AZOTEAS

Desde lo más alto de las casa envían sus mensajes y él aprendió a entenderlos. Descubrió que los lunes los ladridos son distintos y que los sábados todos están decididos a ladrar. Desde las azoteas los perros se hablan. Se dicen qué es lo que está por venir.
Se narran el cotidiano que ven desde las alturas, pero sobretodo, relatan lo que está pasando en cada una de las casas en donde viven. Son un indicador perfecto para los estudiosos del comportamiento humano, sí se logra descifra su extraña lengua. Pueden revelar la intimidad de un hogar. Lo que ocurre en sus entrañas, y alertan sobre los peligros o dichas que se aproximan. El problema es que pocos pueden comprender un código tan ajeno, tan estruendoso.
Camilo Rodríguez Urrieta lo había conseguido. Lo logró a fuerza de vivir en cautiverio 19 meses y 7 días en el palomar de la unidad habitacional de San Nicolás, barrio bravo enclavado en el Centro Histórico. Sórdido espacio pintado en escala de grises.
Nueve Copas casi había perdido todo y ahora ese era su lugar. Parecía que había caído en una realidad lateral. Por todos lados hablaban de la macabra estancia que se vive en un secuestro. De la voraz mente de un demente que, al final, siempre lograba escapar. Del calvario familiar. De los auriculares helados en la llamadas de rescate. De las pruebas de vida. De las amputaciones.
Lamió el borde del naipe con la lengua como si lo afilara. Era cartón, el mismo cartón con la que se hace cualquier baraja española, pero esta vez se veía aún más amenazante.Con las manos atadas con el cable de una plancha, Camilo confirmó esa tardenoche lo que sospechaba desde el martes anterior: podía entender a los perros. Desde los techos le gritaron que estaba apunto de morir.